sábado, 10 de octubre de 2009

“Mi primer alumno”
Mi primer alumno domiciliario… mi primer desafío en esta modalidad.
Fernando, con una enfermedad como la Hemofilia que lo obligaba a transitar su escolaridad en el domicilio, con malestares físicos crónicos, con altibajos en su estado anímico y de salud que por supuesto influían en sus aprendizajes… Y con un sobrediente que su odontólogo consideró necesario extraer y que le produjo una hemorragia que lo mantuvo una semana al borde de la muerte. Y en el medio la burocracia del sistema de salud y la pelea entre el Hospital y el Sanatorio privado (donde permanecía internado) acerca de a quién le correspondía proveerle el Factor VIII de Coagulación. Fueron días terribles, de angustia, dolor, alegría ante su mejoría, y también emoción… porque Fernando, internado aún pero ya en pleno proceso recuperación, prometió la Bandera en el sanatorio (Paula Caffaro)

“Distintas formas de correr…”
Un día llego a la casa de Karen y ella estaba sobre la mesa, esperándome para comenzar la clase. Dispusimos carpetas, libros, las latitas de lápices de colores –de todas las marcas y de todos los tamaños- y comenzamos nuestra jornada escolar. Su mamá suele cebar mate y aprender junto a nosotras algunas cositas porque ella no fue a la escuela, pero, este día se fue hacia una habitación contigua porque estaba cosiendo algo. Nos dejó solas…
Empezamos con el desarrollo de la clase. Tema: los adjetivos ordinales. Para eso habíamos seleccionado una lectura que refería a una competencia deportiva donde se explicitaban términos tales como primeros, segundos, terceros, etc… (Silvia Passo )

Mi Ángel Gabriel
Una de las salas que atendí cuando recién había ingresado a la escuela hospitalaria fue cirugía, visualice en una cuna al fondo un bebé de tres meses, cuando entro por lo general mi vista hace un recorrido general por toda la sala y luego me acerco a donde están los futuros alumnos, se encontraba al lado de él padre un señor muy amable ante el cual me presento y tomo los datos del niño, su diagnóstico era un tumor en la zona del cuello y debían operarlo, hasta que realizaron los estudios yo asistía a verlo , trabajar las áreas de sensopercepción, levantarlo, acariciarlo, ponerle la música del cunero para realizar estimulación auditiva, trabajar el seguimiento visual con objetos de colores atractivos. En todo momentos los padres estaban ahí conversábamos sobre su niño y lo importante que significa que reciban estimulación en un ámbito tan distinto como lo es una sala de hospital.(Mirta Inés Carabajal)

Cómo sacarle una sonrisa al cáncer
El día que empecé mí trabajo ahí, me asignaron a la Sala de Sólidos. Era la primera vez que me encontraba en ese lugar. Pensé, por la palabra sólidos, que los niños se hallaban en un mejor estado que los demás, y que, por ende, podían ingerir alimentos sólidos. Grande fue mi sorpresa al darme cuenta de que se trataba de la sala en la que se encontraban los niños con tumores sólidos; algunos, incluso, los tenían fuera del cuerpo. A pesar de ello, me dije: “Rodrigo, tenemos que seguir”.
La primera niña a la que atendí recién se estaba despertando. Creo que tenía 4 años de edad. Aunque acostumbramos no hacerlo, leí la tarjeta en la que se especificaba su caso. Por lo que pude leer, la niña tenía un tumor que le obstruía el hígado. Lo primero en lo que pensé fue: “El mismo cáncer que me quitó a mi padre”.
Decidí no pensar en eso. De una u otra manera tengo que hacer que la niña se sienta un poquito mejor. Sin embargo, al verme con mi mandil verde y la bata, la niña empezó a llorar. Se aferró a su padre, un hombre joven, y no dejaba de llorar. Lo más importante, ahora, era que dejara de llorar, pero no sabía cómo. Había llevado algunos juguetes, así es que se me ocurrió jugar con un peluche. Fue así como, poco a poco, la niña me prestaba atención.
Al fin, después de unos 20 minutos, la niña me sonrió. (Rodrigo Cáceres)

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